viernes, 2 de noviembre de 2012

UN CAFÉ MUY VIEJO


UN CAFÉ MUY VIEJO

Muchas veces escuchamos a gente de nuestra generación pregustarse como eran las cosas antes, tal vez, pienso dudosamente, que antes de todo esto que nos rodea, la tecnología, Facebook, el celular, antes de los amores a distancia, mucho antes de todas estas cosas con las que a veces pareciera no podríamos vivir, nosotros, los de esta generación. Luego, mirando el álbum de fotografías de la familia puedo visualizar un poco aquella época, observando sus atuendos, los lugares que frecuentaban y en fin, pero hay un lugar en la ciudad que me puede transportar automáticamente a la Bogotá previa, un lugar donde el ministro se sentaba a debatir temas políticos con el embolador, un lugar donde los cachacos, esos que hoy poco se ven, tomaban tinto, un trago de aguardiente y hasta un vaso de chicha.

En el centro de la ciudad, exactamente en la calle 16 con carrera 7, se encuentra ubicado el Café San Moritz, una taberna muy antigua de la capital, quizá la más vieja de su especie, fundado en la década de los cuarentas, ha sido escenario de noches incontables de juerga y algarabía, con un espacio bastante amplio, en sus paredes cuelgan imágenes de personas emblemáticas como Claudia de Colombia, Galán o Gardel como también cuadros que retratan la Bogotá de siempre y aunque el café ha sufrido varia modificaciones a lo largo de la historia, conserva esa esencia de lo antiguo, de lo clásico que va de la mano con las notas que se entonan a lo largo del día, que va desde, tangos, boleros o rancheras; todo depende de la hora.

Al internarme en este lugar, siento que viajo unos años atrás para vivir la experiencia de aquellos que antes departían en este mágico lugar, y lo mejor que pude observar en aquel viejo bar de mi ciudad, donde se constituía la ciudad de la política, fueron esos hombres de antaño, que se distinguen por su elegancia de sombrero y paraguas, que solos o acompañados, tomando tinto o cerveza, me recordaban las fotos del álbum familiar, y al mismo tiempo me hacía pensar que este café es pura historia, sus paredes han resguardado a miles de personas que por aquí pasaron alguna vez y que tal vez repitieron la visita, y como no, Café San Moritz, tienen la receta de la vida eterna y sin la necesidad de modernizarse porque son sus aires veteranos los que lo mantienen vivo.

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